Diario El Telégrafo, Guayaquil. El jueves se habilitarán los dos primeros pisos del edificio que albergará a 30 pacientes.
ANTECEDENTES
Desde algo más de dos años se planea la puesta en marcha de la Unidad de Conductas Adictivas.
El mentor de este espacio es Fabrizio Delgado, actual director del siquiátrico.
El Ministerio de Salud espera poner en marcha un convenio de subsidio para los pacientes de escasos recursos.
Paredes de colores claros, que contrastan con el colorido de los cuadros de paisajes y papagayos -elaborados por los internos-, dan la bienvenida a la nueva Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Siquiátrico Lorenzo Ponce.
En el interior del lugar, donde antes funcionaba el pensionado de mujeres y que por ahora albergará a un máximo de 30 hombres, Fabrizio Delgado, director del siquiátrico, recuerda que gracias a un proceso de reorganización interna se logró la adecuación de un espacio para emprender la nueva área. Esto debido a que, según datos estadísticos, de cada 10 adictos, 9 son hombres y 1 es mujer.
Delgado resalta la importancia de contar con una unidad de este tipo para separar a los pacientes con patología adictiva y a los que presentan problemas mentales.
Por ser la conducta adictiva en drogas, alcohol, ludopatía (juegos de azar), sexo, entre otros, un mal que trae complicaciones en la familia y en la sociedad, nace el interés de ofrecer un servicio de calidad y que brinde mejoría.
Además, tiene el objetivo de cubrir la demanda de este tipo de atención, frente a la escasa oferta de centros especializados que permitan el acceso a las familias de escasos recursos.
“Había proliferado una serie de servicios pequeños, de ‘clínicas de rehabilitación’, que están en locales inapropiados, casas adaptadas, con pacientes hacinados, que generalmente son manejadas por adictos recuperados que tienen buena intención, pero no reúnen el equipo técnico para atender al enfermo y a la familia que sufre este terrible mal”, revela.
En la planta baja del edificio se encuentran 9 habitaciones individuales, que cuentan con baño propio y clóset, estas costarán US$ 1.500 mensuales; 5 serán compartidas (dobles), de US$ 1.100, con similares características.
Los pasillos y salas son amplios y conectan al comedor, donde está una sala de reuniones de terapia vivencial, donde trabajarán 5 orientadores -adictos rehabilitados-.
Contigua está el área general que tiene 7 cubículos independientes, que costarán US$ 850 al mes, estos comparten un mismo baño.
El servicio estará a cargo de un siquiatra, sicólogo clínico, sicoterapeuta familiar, trabajadora social y enfermeras profesionales, quienes contarán con el apoyo de los especialistas de diferentes áreas en el caso de presentarse complicaciones como delirio por desintoxicación.
Para completar el tratamiento, se buscará la relación del huésped con una vida sana basada en los juegos de agilidad, memoria, terapia grupal, tarea que se desarrollará en la sala recreativa donde también se llevará la terapia grupal.
Susana Ordóñez, encargada de la adecuación de la unidad, menciona que contarán con una cancha de voleibol, mesa de ping-pong y un oratorio para fomentar la parte espiritual de los pacientes. Estarán ubicados en el patio.
Mientras que al interior, en el primer nivel, se instalará un gimnasio, como parte de la terapia física que les permitirá recobrar la salud integral al complementarse con la asesoría de un nutricionista.
El galeno resalta que los pacientes deberán internarse por libre voluntad o por responsabilidad familiar, lo que será corroborado a la segunda semana de recuperación, cuando el paciente tenga la capacidad mental absoluta.
Eva Cevallos, jefa del Departamento de Salud Mental de la Dirección de Salud del Guayas, afirma que es conveniente la creación del área que permitirá el acercamiento de entidades y hacer un convenio para subsidiar el tratamiento de personas de escasos recursos.
Destaca que este será un centro de alta competencia por la calidad del equipo médico y aplaude la creación de un espacio que distancia a los adictos y enfermos mentales.
Tomado de diario El Telégrafo, 8 de diciembre de 2009.