Diario Expreso, Guayaquil. Fue cónsul de Canadá y presidente de Aprofe. Por estos días comparte su tiempo entre la Junta de Beneficencia, el hospital general Luis Vernaza y la fundación Niños con Futuro.
Las actividades. Felipe Costa se unió al Club Rotario Guayaquil cuando tenía 27 años. Desde allí ha trabajado para varias instituciones benéficas.
El 20 de mayo pasado, Felipe Costa Echeverría asumió un nuevo reto: se convirtió en segundo vicedirector de la Junta de Beneficencia de Guayaquil e inspector del hospital Luis Vernaza.
Risueño, bromista, meticuloso y seguro de que todo en la vida tiene sus etapas, como aquel libro que leyó, titulado Stages, dice que esta es una de las mayores responsabilidades de su trayectoria.
A su cargo está el buen funcionamiento del Vernaza, el centro hospitalario que se creó en 1564 y que pasó a manos de la Junta hace 120 años. A esta labor le dedica entre seis y siete horas diarias, como mínimo.
Está concentrado al máximo. No puede descuidarse. Se trata de la unidad médica considerada como la más grande del Ecuador y una de las más antiguas de América del Sur.
Felipe Costa lleva una década vinculado a la Junta, reconoce con orgullo. “Esta es la más grande ONG de América y fue un honor que me ofrecieran ser parte de esta institución”, recuerda. Antes ya se había encargado del departamento de Proveeduría.
No es la única actividad que realiza. Es además presidente de la fundación Niños con Futuro y ocupa el mismo cargo en la empresa Poligrup, aunque en este último caso ha comenzado a delegar las responsabilidades de la industria del plástico a dos de sus hijos e igual número de nietos.
Este ingeniero comercial, de 74 años, graduado en la Universidad de Western Ontario, en Canadá, ocupó hasta el 2007 el consulado de ese país del norte en Guayaquil. Lo hizo durante 22 años.
Fue también gerente de La Universal, una empresa de la que se enamoró a primera vista, confiesa pícaramente. Lo sedujo el olor a chocolate y galletas. Era una época en que aquella compañía lanzaba cada año al menos un producto exitoso.
Lo que más lo llena es hablar de la parte social que comenzó cuando tenía 27 años y lo invitaron a formar parte del Club Rotario Guayaquil.
Conoció de cerca otras realidades y por eso no dudó en ser parte de Aprofe, institución que promueve la planificación familiar. “Comencé como socio, subí al directorio y fui presidente”, cuenta.
Sabe, de primera mano, la realidad de Guayaquil, de las adolescentes embarazadas, de los heridos por delincuentes, de los niños que viven en un hogar violento… De todo ello aprendió a su paso por las instituciones de ayuda. Siempre ha intentado cambiar esos hechos, al menos desde las áreas a su cargo.
Se emociona cuando constata, después de una larga lucha, familias reconstruidas y niños que con educación han logrado cambiar su vida. Es lo que sucede en la fundación Niños con Futuro, donde estudian 300 menores, desde la primaria hasta el cuarto año de colegio.
Como buen rotario, ha convertido al lema “dar de sí antes que pensar en sí” en su método de vida. Está convencido de que es parte de la labor que debe tener todo ciudadano.
Por unos minutos hace un viaje por todos aquellos casos en los que ha podido aportar, mientras ordena algunos papeles en su oficina de la empresa Poligrup.
No deja de repetir que todo en la vida tiene sus etapas y un objetivo. El actual está dentro del hospital Vernaza. Sabe que por esta emblemática institución han pasado grandes inspectores y hay que trabajar duro para alcanzar el buen nivel de sus antecesores.
El hospital Vernaza para mí es un reto que lo he tomado con mucha responsabilidad, pues aquí existe una tradición de inspectores de primera calidad que lo han transformado. Todo en la vida tiene sus etapas y ahora yo estoy concentrado en esta.