Diario Expreso, Guayaquil. El inspector del panteón general de la Junta de Beneficencia tuvo como primer trabajo, en la institución, la venta de las viviendas de Los Ceibos.
En la presidencia del directorio de la constructora Compañía Técnica Nacional (Tecnac) S.A., de la que se autojubiló hace 6 años, Fernando Illingworth Vernaza, tiene tres pequeñas esculturas hechas con tenedores doblados, alambre de púas y bambú. Cada una pende de una varilla central. Las hizo como “entretenimiento para estudiar el equilibrio”, explica.
El arquitecto, de 74 años, dejó de hacer estas piezas por falta de tiempo. Hace una década está concentrado en sus labores como inspector del Cementerio General y de la agencia funeraria, que regenta la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG). Y es el responsable del nuevo panteón, que está en construcción en el desvío de la vía Perimetral hacia Puerto Azul.
“El proyecto que estamos manejando es de 16 hectáreas. Estamos desarrollando 8 de ellas. Yo espero que esté operativo a fin de año”, afirma con prudente entusiasmo. Agrega que en el nuevo cementerio la JBG atenderá al público de clase alta, para el que ya no tiene espacio en el General, donde están enterradas más de 500 mil personas.
Ello no significa que allí no habrá cabida para las personas de menos recursos, cuyos servicios los subsidian quienes tienen más poder adquisitivo, afirma. Con orgullo añade que desde el 2000, en que se convirtió en el hombre fuerte de esta entidad, el panteón, las 14 salas de velación y los servicios funerarios fueron mejorados y empezaron a ser autosuficientes económicamente.
“Me propuse que los recursos que recibe la Junta de Beneficencia nunca se utilicen en el Cementerio sino en salud, porque para mí eso es lo principal… Ahora este no le significa a la JBG ningún egreso y la institución puede destinar todo su dinero a los hospitales y a la investigación”.
A esta actividad se ha dedicado los últimos años, “antes de eso yo he dado mucha candela”, afirma con una espontánea sonrisa. Se refiere a su paso por las comisiones de Tránsito del Guayas (CTG) y de Estudios para el Desarrollo de la Cuenca del Río Guayas y Península de Santa Elena (Cedegé). Y a los 54 años que va a cumplir siendo parte de Tecnac, que ayudó a fundar en 1956.
Illingworth regresa al pasado. Narra que en 1978 fue nombrado presidente del directorio de la CTG. En sus dos años en el cargo hizo obras importantes: “la primera purga de personal no deseado, que lamentablemente, cuando yo ya me había ido, consiguieron ser repuestos en sus funciones. Y la instauración, en el invierno de 1979, de que durante los feriados de carnaval y los domingos, el retorno vehicular desde las playas a Guayaquil sea unidireccional”, para disminuir el alto número de muertes y accidentes durante ese asueto.
Con emoción cuenta que escogió el terreno, donde después fue construida la terminal terrestre Jaime Roldós Aguilera y la Escuela de Formación de Oficiales y Tropa de la CTG (EFOT). Asimismo, a través del gobierno de Japón, consiguió la realización del primer estudio sobre transporte masivo en Guayaquil, que propuso la construcción de un monorriel o metro elevado.
“Los cargos de la CTG y Cedegé fueron ad honorem, porque yo era representante directo del Presidente de la República. La primera vez en la segunda institución me nombró Jaime Roldós. Estuve hasta que terminó el gobierno de Hurtado. Luego volví en la presidencia de Rodrigo Borja y me mantuve hasta que culminó su periodo. Fueron 8 años en los que hice proyectos sumamente apasionantes e importantes”.
El convocar a la licitación para construir la presa Daule-Peripa, el control de inundaciones de la cuenca baja del Guayas y las plantas de agua potable del trasvase de Santa Elena, fueron algunos de esos planes.
Entonces una foto de su padre, Francisco Illingworth, quien fue el vicepresidente del gobierno de Camilo Ponce Enríquez, da la pauta para una anécdota. “Ponce tenía que entregar el poder a (José María) Velasco Ibarra. Como era enemigo de él resolvió no ir al cambio de mando. Le dio la banda a mi papá para que se la ponga a Velasco Ibarra, a las 12 de la noche del 31 de agosto de 1970”. El momento histórico es muy significativo en la vida de Fernando Illingworth Vernaza, quien está satisfecho por servir a los demás.
Lo que a mí más me llena es poder servir a alguien. Por eso, de los 74 años que tengo, 20 años sirviendo de alguna manera a los semejantes, es algo muy satisfactorio, porque yo no espero recompensas, sino que las personas se sientan mejor”.